Hace días me preguntaba quién y por qué nos había robado el verano en Barcelona... Parece que la conspiración para dejarnos sin verano está acabando, no es ni mucho menos el agosto más caluroso que recuerdo, pero sí que está empezando a hacer un poco de calor estos últimos días.
Sabiendo que el calor ha vuelto a hacer acto de presencia, hoy tenía un entrenamiento que rompía con todo lo anterior. Se trataba de calentar, correr 20 kilómetros a ritmo objetivo de maratón, y enfriar antes de volver a casa. Quería evitar las horas de más calor, pero también salir bien desayunado. Así que me levanté a las 5:50am, me preparé una tarta de carbohidratos del Decathlon, reposé el desayuno dormitando en el sofá, y cuando presuntamente todavía no hacía mucho calor, a las 8:38, empecé a correr.
Y digo presuntamente porque a esa hora ya estaba pegando bien fuerte el lorenzo... No sé si hoy era un día especialmente caluroso o si es la falta de costumbre, pero desde el primer momento me di cuenta de que no iba a ser nada fácil correr hoy. Llevaba dos botellines de Aquarius y dos de agua, pensando que los de agua probablemente acabarían en mi gorra para refrescar mi cabeza, y un gel para la mitad del recorrido.
Primer kilómetro suave, a 5:31, pero los dos siguientes de teórico calentamiento ya los hago por debajo de 5:00. Es lo que tiene el calor, al principio te enchufa, pero a la larga, pasa factura... A partir del tercero busco la velocidad de crucero de entre 4:45 y 4:55, el recorrido es un poco irregular, salgo del río, varios giros de 90 grados, subidas, bajadas, el puente sobre el río Besós, después de todo esto, me planto en el litoral, al lado de la playa, sobre el kilómetro 7,5, corriendo a 4:50 pero con las pulsaciones ya a 168bpm...
Otra vez el calor me vuelve a derrotar, no es la primera vez, y no escarmiento. Estaba aguantando el ritmo objetivo, pero a un precio enorme, no se puede ir a casi 170bpm cuando aún quedan más de 18 kilómetros de entrenamiento. Debía haber planteado el día de hoy de otra manera, o salía a las 6:00am en ayunas, o cambiaba el ritmo objetivo maratón por una tirada quizá más larga pero a ritmo Easy...
El calor seguía pegando fuerte, el kilómetro 9 y el 10 los hice a 5:00 clavados, eso ya no era ritmo objetivo de maratón, y las pulsaciones en el 10 ya marcaban 175bpm. Kaput. Se acabó. La cagaste, Burt Lancaster. Se acabó lo que se daba. Hasta aquí hemos llegado. Mira que sabía que iba a pasar...
Estaba a 10 kilómetros de mi casa, con el corazón saliéndose por el esófago, con el sol dándolo todo, muerto de calor, viendo como las piernas aún aguantaban pero iban perdiendo ritmo...
Y entonces pensé en el libro que empecé a leer ayer. Brain Training For Runners: A Revolutionary New Training System to Improve Endurance, Speed, Health, and Results, del amigo Matt Fitzgerald. El tío empieza dando caña a los Jack Daniels y compañía, criticando los planes que se basan en entrenamientos prefijados. Él defiende el brain training, el entrenamiento del cerebro, que no debe confundirse con el entrenamiento de la mente o entrenamiento mental, que aunque suene parecido, no tiene nada que ver... Cuando hablamos del funcionamiento de la mente, solemos pensar el psicólogos, en ejercicios mentales, en autoestima, en complejos, etc. De manera sobre todo empírica, se han descubierto muchos procesos mentales y la manera de tratarlos a través de técnicas mentales. Pero Matt se centra en el cerebro como algo más que lo simplemente mental. El cerebro es un órgano, con una serie de reacciones químicas, y que controla todo, absolutamente todo lo que pasa en nuestro organismo, de manera consciente muchas veces, e inconsciente, la mayoría de ellas. Él defiende que es el cerebro el que nos manda señales de cansancio para protegernos, el que regula nuestro ritmo cardíaco para asegurar nuestra supervivencia y que pasemos el máximo tiempo posible en un estado de armonía de nuestro cuerpo con lo que le rodea... Lo cual va en contra de lo que pretendemos cuando corremos y queremos llegar más lejos y más rápido...
Es una manera de estudiar los misterios de nuestra mente mucho más científica y arriesgada, dado lo compleja que es esta materia y lo poco que sabemos aún de ella. Un estilo que me recuerda mucho al de Eduardo Punset, al que también sigo muy atentamente y cuyos libros me encantan. Precisamente leí hace poco su libro El alma está en el cerebro, en él se centra más en los problemas mentales y la raíz de los mismos, que no deja de ser química... Es un tema que me apasiona, ya estoy un poco mayor para dedicarme a esto, pero quizá en una próxima reencarnación me dedique a estudiar el cerebro y sus mecanismos... :)
Todos hemos visto alguna vez casos en los que una persona, en una situación límite, puede desarrollar una fuerza o velocidad que no pensaba que era capaz de alcanzar. Eso lo controla el cerebro, y todo eso es químico. Si estamos acabando una maratón medio muertos, y en el kilómetro 40 nos dicen que un cocodrilo está intentando comerse a nuestro hijo en la meta, seguro que esos 2 kilómetros los corremos más rápido que nunca y que al llegar somos capaces de abrir las fauces del bicho con nuestras propias manos. Pero seguramente no conseguiremos hacer eso nunca más... Espero que nadie quiera ahora organizar una maratón y montar un croco-park para niños en la llegada, con la intención de motivar a los corredores... Hay otros métodos más sencillos... :)
Pues Matt Fitzgerald cuenta en su libro que en algunos de los entrenamientos que él propone, el objetivo principal es, simplemente, sufrir. También defiende que hay que escuchar al cuerpo. Algún día el cerebro nos dirá que hoy no estamos para correr. Pues ese día no se corre, o se corre menos, y listo. Otro día el cerebro nos mandará señales inequívocas de que hoy queremos más. Pues se lo damos. Interesante...
Mientras iba pensando todo esto, hice dos kilómetros más, a 5:12 y 5:21. Las pulsaciones no bajaban de 170bpm. Se había acabado el entrenamiento de hoy, y estaba a 12 kilómetros de casa. En teoría debía seguir hasta el 13 y dar la vuelta. Pero no, esta vez no fue un one more, esta vez fue un one less... No iba a hacer 20 kilómetros a ritmo objetivo maratón al lado del mar, a 28 grados y a más de 170bpm. Di media vuelta, me tomé el gel, seguí unos metros, y unos 500 metros después simplemente me paré, intenté recuperar un poco el aliento e hidratarme bien. Decidí que esos 3KE + 20KM + 3KE se iban a convertir en 1KE + 9KM + 13KE. Pero sufriendo. No había opción.
Las pulsaciones no bajaban cuando reemprendí la marcha. A un ritmo de más o menos 5:30, volví sobre mis pasos, a más de 170bpm, parando un par de veces a remojar la gorra en una fuente. Sufriendo... El calor me había fundido, no vuelvo a intentar correr a ese ritmo con esta temperatura, mi cuerpo no está diseñado para eso y mi cerebro se encargó de recordármelo durante todo el camino de vuelta... :)
Cuando volví a pisar el río estaba casi extenuado. Llevaba 19 kilómetros, me quedaban algo más de 4, el ritmo ya era de entre 5:40 y 6:03, las pulsaciones seguían igual, ya me había bebido el Aquarius, seguía echándome agua en la cabeza, y arrimado a la pared aprovechando la escasa sombra que hay a eso hora, conseguí llegar a casa. Paré el crono antes de salir del río. Si intento subir la rampa corriendo, fallezco ahí mismo... :) Así que pasito a pasito, bebiendo el poco agua que me quedaba a sorbitos, llegué a casa después de completar 22,72 kilómetros, a un ritmo medio de 5:18 y pulsaciones medias de 166bpm.
Esta semana ya estaré de vacaciones, y después de la pájara de hoy, intentaré correr un poco más suelto por las mañanas para compensar. Ha sido una muy mala decisión salir con este calor, al menos he aprendido a sufrir un poco más, pero el entrenamiento de calidad de esta semana ha quedado un poco cojo. El jueves y el viernes, si las fuerzas acompañan y el cerebro me lo sugiere, intentaré arreglar este desaguisado.
Isidro, no le des más vueltas. No merece la pena. Hay días que como tu dices el cerebro dice que "nanay" y las piernas hacen caso al cerebro, asi que lo mejor, lo que has hecho hoy. No intentar cebarte ni comerte el coco (nunca mejor dicho). Un KE y listo, que hay más dias para entrenar que longanizas.
ResponderEliminarUn saludo.
Javi.
Muy bien Isidro.... Hace algún tiempo que conozco a Matt Fitgerald y comulgo con muchas de sus teorías.... Lo cierto que que cualquier plan de entrenamiento por bueno y estudiado que esté, por ejemplo Jack Daniels, no sirve de nada si tu cerebro no está entrenado y no lo asimila... Por supuesto que todos los grandes entrenadores lo saben perfectamente, pero hasta hace relativamente poco tiempo no se había escrito un tratado específico sobre ello... Los entrenamiento prefijados son buenos si antes tu cerebro ha sido entrenado para emitir las señales oportunas que te permitan asimilarlo sin riesgo para tu integridad física... Cualquier objetivo que uno se proponga debe contar con la aprobación previa de tu cerebro...
ResponderEliminarEsto es así, a lo mejor repites el mismo entrenamiento el sábado que viene y te sales. hay muchos factores que influyen, especialmente el calor. Yo esta semana he machacado más que la anterior y la tirada larga del fin de semana pasado fue una mierda comparada con la de hoy. Es difícil tener referencias cuando se entrena en verano, luego llegas a la carrera, hace fresco, todo sale bien, no hay viento y vuelas. O por el contrario el plan te ha salido perfecto y ese día te llueve a cántaros o te dan ganas de vomitar. Esta es la aventura de la maratón.
ResponderEliminarEstá claro que todo está en el coco, cuando crees que no puedes más, siempre puedes más, el pequeño mini-yo está programado para cuidarte y es muy muy conservador, pero a veces no hay que pasarse de listo. Yo no lo escuché y estuve 45 días parado por sobreentrenamiento.
Nada hombre, saca lo positivo del día...ante la pájara por el calor has sabido cambiar de ritmo y acabar. LAs cocnclusiones pueden ser muchas, pero quédate con las buenas. Llevas un gran plan y a veces las circunstancias hacen que haya que modificarlo. La semana que viene te sacas la espina.
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