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domingo, 28 de febrero de 2010

¡Qué divertido es correr por el monte!

A veces es difícil explicar que corremos para sufrir. Podemos sufrir más o menos, sólo nosotros nos ponemos el límite, y el grado de satisfacción al acabar la carrera es directamente proporcional a lo que hemos sufrido durante la misma. Por ese motivo, con más ganas sufrimos cada kilómetro, para sentir después una satisfacción aún mayor que la última vez.

En mi corta vida de corredor aficionado he experimentado varias clases de sufrimiento.

Uno de los más duros es correr sin haber cumplido bien el Punto 8. La satisfacción que se siente al poder cumplirlo al acabar la carrera no puede expresarse con palabras. Pero no es una experiencia que quiera repetir...

El peor de los sufrimientos se siente cuando has agotado tus fuerzas y todavía te quedan muchos kilómetros por correr. Es el que sufrí en Sitges. Después del kilómetro 13 pinché, como solemos decir los aficionados a correr. De repente mi cuerpo no daban para más, y llenar mis pulmones de aire no conseguía que la sangre pusiera en marcha las piernas. Los últimos kilómetros los hice entre 5:20 y 5:40 minutos por Km, reventado, cansado, muerto, dolido, resistiendo la tentación de parar... La satisfacción fue acabar los 21Km con al menos un pie siempre fuera del asfalto.

Pero el mejor de los sufrimientos es sentirse bien y salir a darlo todo, intentando sacar el máximo de cada zancada, manteniendo una lucha constante contra el dolor e intentando que cada bocanada de aire mueva tus piernas al mejor ritmo. Cuando salimos a intentar mejorar una marca, lo hacemos sabiendo que en cada kilómetro vamos a luchar por superar lo que pensábamos que era nuestro límite, vamos a arañar unos segundos a cada parcial, vamos a alargar un poco cada zancada y nos va a costar más dar la siguiente, y lo vamos a hacer sufriendo cada minuto de la carrera, desde el inicio hasta llegar al límite de nuestra resistencia en los últimos kilómetros.

Cuando todo eso sale bien, cuando el cronómetro nos dice que hemos bajado unos segundos cada tramo, cuando los kilómetros van pasando y la velocidad media se mantiene e incluso aumenta, cuando nos acercamos al final y sacamos fuerzas de donde pensábamos que no habían y aún arañamos algún segundo más, cuando todo ese sufrimiento ha servido para superarse a uno mismo, el momento de cruzar la meta se convierte en una satisfacción difícil de explicar. Empiezas a calcular cuántos segundos has arañado en cada kilómetro, cuánto te has superado desde la última vez que superaste tu marca, y poco después ya estás haciendo números para plantear cuál ha de ser tu siguiente marca.

Y todo eso se piensa sabiendo que la próxima vez tocará sufrir aún más. Porque cuánto más corres y más fondo físico empiezas a tener, más quieres correr y más sufres en la carretera pensando que mayor va a ser la satisfacción de poder volver a superarte. Fijaos en las caras de los atletas cuando cruzan la línea de meta. El mejor del mundo no llega a meta bailando y riéndose, llega destrozado, con cara de dolor y sufriendo cada metro que corre. Salvando las distancias, los aficionados también intentamos hacerlo así. Decidme si los que salimos en este vídeo tenemos cara de estar de fiesta... :)



Pero la carrera de hoy ha sido otra cosa. Hoy he corrido mi primera carrera de montaña, con apenas 500 metros de asfalto, algo de pista forestal, pero poco, muchos caminos de cabra, piedras, arena, vegetación y terraplenes. ¡Y una butifarrada esperando al final!

Hoy era complicado superarse a sí mismo. Era una carrera mal señalizada, el GPS se volvía loco y se hacía imposible saber realmente cuánto llevaba corrido, y el ancho de los caminos de cabras y burros por los que pasábamos no siempre permitían correr si tenías a alguien delante. Por no decir de las pendientes que sólo se podían subir andando y agarrándose a lo que se encontrara por el camino.

Pero esta vez se podía disfrutar corriendo en vez de sufrir. Ahora entiendo a los que esquían, que suben para luego bajar a toda leche. Todo lo que hemos subido sufriendo, andando, incluso agarrándonos a los árboles, luego había que bajarlo haciendo el loco, dejándose caer por un terraplén, saltando de piedra en piedra, adelantando al borde de un barranco... Me he sentido como un niño pequeño arrastrándome por la arena, bajando a toda velocidad con una bici sin frenos, resbalando por la tierra y llenándome los zapatos de piedrecillas... Me lo he pasado pipa, cada tramo que subía sabía que lo tendría que bajar tarde o temprano, y eso ya era bastante motivo para hacerlo a buen ritmo. Cuando acababa una subida, andando pero a más de 160 lpm, sin tener que pensarlo ya estaba corriendo la bajada a toda leche, corriendo y saltando como un niño, pensando que pronto volveríamos a subir y que había que aprovechar la bajada al máximo.

La carrera, por llamarlo de alguna manera, de ninguna manera podía hacerse completa corriendo. Sirva de ejemplo que durante los dos primeros kilómetros, quizá algo más, no me fío del GPS, ¡subimos un desnivel de más de 200 metros! Toda la carrera fue por montaña. Cinco kilómetros de subida imposible, cinco de bajada loca, otros cinco o seis de subida asesina y un final espectacular bajando sin frenos. Había tramos en los que apenas cabía el pie con el camino, en lo que parecía ser el cauce de un riachuelo. También tuvimos dos o tres saltos al vacío, uno con una cuerda anudada puesta ahí por la organización. Y unas bajadas por un camino serpenteante y lleno de vegetación que es donde mejor lo pasé. Tuvimos tres avituallamientos, el primero con agua en el kilómetro 5, y otros dos con fruta, agua y Aquarius en el 10 y el 15. Cometí el error de cargar con la botella desde el 5 al 10, y la verdad, no me hizo falta. Una pequeña parada y algo de fruta y Aquarius fueron suficientes para seguir con la aventura.

Casi al final de la carrera me perdí... Menos mal que tenía a alguien detrás, si no soy capaz de aparecer en Malgrat de Mar... Un ciclista nos dijo que nos habíamos salido de la ruta, y así fue. Creo que hicimos 500 metros off-road, y otros tantos para volver a la ruta, así que al final corrí casi 21 kilómetros. La organización pidió disculpas porque la carrera estaba mal señalizada, pero aún así, creo que me perdí en un sitio distinto al que estaba mal señalizado... :)

Ahora me duelen las rodillas y los tobillos. El castigo para estas articulaciones ha sido tremendo. Pero mereció la pena. Esta semana hay que descansar unos días, pero saldré a mediados de semana antes de irme de viaje, durante el que, por supuesto también correré.

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