Tabs

domingo, 8 de noviembre de 2015

Maratón de NYC 2015, ¡sobreviví!

Mi objetivo para mi segunda maratón era sobrevivir a ella... El parón por mis molestias durante el verano y sus secuelas no me permitieron entrenar como lo hice para mis anteriores carreras, y era muy difícil que eso no se notara en la carrera.

Pero la maratón de Nueva York no son sólo esos 42,195 metros y el tiempo en que se corren. Es mucho más. El viaje, la ciudad, el público, los días posteriores, no hay otra carrera en la que nada de esto sea comparable a cómo se vive en Nueva York. Además, esta vez, correr la maratón era parte de una semana de vacaciones en familia, no el objetivo principal como lo fue hace dos años. Por suerte disfruté de la carrera, pero a mi manera, disfruté sufriendo como nunca había sufrido en los últimos kilómetros de una maratón... Pero empecemos desde el principio...

Esta vez estrené aerolínea. Aer Lingus, irlandesa, a mucha distancia, la más económica, algo muy importante si viajan 4 personas... Además, en Dublín descubrí que es una aerolínea muy Marathon-friendly. Cualquier persona aficionada a correr seguro que lo entiende... ;)




Llegué el viernes por la noche, directo al apartamento y a dormir. Había alquilado un apartamento en el Upper East, a dos calles de una parada de metro, lo que me permitió moverme por la ciudad y en especial el día de la carrera muy cómodamente. El sábado, directo por la mañana a la feria del corredor, bien pronto, pensando en el madrugón del día siguiente:





Y por la tarde, un paseo en bus turístico, fotos del ambiente precarrera y poca cosa más...






Y a dormir pronto, ¡¡¡que al día siguiente corría mi decimoquinta maratón!!!




Primer desayuno clásico, a las 3:15am...




Uniforme de gala...




Y sobre las 4:20am, ya no podía esperar más y fui en dirección a la Public Library, de donde salía mi autobús a las 5:30am. Llegué muy pronto, a las 4:55am ya estaba ahí, y el primer autobús salía a las 5:30am. Pero la organización tomó la decisión perfecta; ya éramos muchos los impacientes, tantos que habíamos llegado el primer autobús, y antes de las 5:00am, salió rumbo a Staten Island. Apenas media hora de trayecto, y ya me encontré en el Village con los primeros corredores impacientes...




Esta vez iba con la lección aprendida y llevaba suficiente ropa de abrigo. Aunque la temperatura era mucho más alta que hace dos años. Tuve tiempo de sobras para volver a desayunar, visitar el baño varias veces y esperar plácidamente el momento de entrar en el corral de salida, unas tres horas después de llegar.






Se me pasaron rápido las tres horas... ¡Y se acercaba el momento de empezar a correr! Aquí el ambiente en los corrales de salida...




Y aquí el saludo oficial de los puentes y túneles de la Metropolitan Transportation Authority.




Todo un detalle que mi amigo el puente de Queensboro me dé la bienvenida antes de empezar... ;) Me acordé de él durante buena parte de la carrera, y ya veo que no soy el único que tiene un especial recuerdo de él, cómo se puede comprobar en este cartel que vi unos días después en una exposición sobre la maratón:




Salida rápida, cómo hace dos años. Se empieza subiendo el puente de Verrazzano muy fresco, y antes de empezar a cansarte, el puente empieza a bajar y es muy fácil ponerse a 4:00 min/km sin darse cuenta. Empecé con German, otro corredor español, pero nos separamos en el mismo puente, mucha gente. Y pasado el puente, empieza la carrera, la parte que la hace única, el público entregado que no deja de animar en un solo momento, excepto en los puentes y en el barrio judío.

La carrera en sí esta vez no tiene mucha historia. Preparación corta y poco intensa, no he hecho series, no he hecho tiradas a tempo, y las largas, hasta muy al final, han sido a ritmo muy cochinero. Podía optar por salir a 4:50-5:00 y no sufrir. Pero no, opté por salir un poco más fuerte con muchas posibilidades de sufrir mucho al final.

Pasé los 10K en 44:08, eso es ir a 4:25... Un suicidio en toda la regla, por muy favorable que sean los primeros kilómetros. La media en 1:35:30, que equivale a ir a 4:31. Seguía siendo la crónica de una muerte anunciada.

Llegué vivo al puente de Queensboro, junto a otros corredores españoles que compartimos bastante kilómetros. Me lo tomé con mucha más calma y acabé bastante más entero que en 2013, el 25 lo pasé a un ritmo medio de 4:34 km/min y las piernas aún respondían.

Al 30 todavía llegué medio entero. El ritmo medio de carrera en ese punto era de 4:36 min/km. Iba perdiendo ritmo kilómetro tras kilómetro, pero aún me quedaban fuerzas... Que desaparecieron de repente... Sobre el 31 fue cuando vi que ya no podía seguir corriendo como antes. Incluso paré a orinar en el 32. Y ya nada fue igual... Ritmos de 5:00... Y a partir de 38 de 5:15... Y los dos últimos casi a 6:00, completamente vacío, luchando por no pararme y acabar andando, cosa que conseguí a duras penas.

Acabé en 3:26:44, muy lejos de mis tiempos en Chicago, Barcelona y Madrid. Y recordando lo mejor que tiene acabar una maratón...

Lo mejor que tiene acabar una maratón no es la medalla. Tampoco lo es el tiempo. Ni el hecho de superar tus marcas o tus límites. Lo mejor tampoco es ser más fuerte que las adversidades que te encuentras... Lo mejor de acabar una maratón es... ¡¡¡QUE YA NO TIENES QUE SEGUIR CORRIENDO!!!



Que alegría, cruzar la meta y ya no tener que correr más y poder irte andando al metro... :D




Mereció la pena, durante tantos kilómetros, dar todo lo que tenía, con la inocente ilusión de que aunque no me preparé adecuadamente podría acabar a ese ritmo. El público animando a todos por igual, los que te animaban aún más cuando reconocían que eres español, y encontrarte dos veces a un "fan misterioso" animando en dos sitios distintos y llamándote por tu nombre, que al final pude descubrir que era un viejo amigo del mundo de los videojuegos que hacía muchos años que no veía y que también le da a las zapatillas, aunque bastante más rápido que yo... ;)











Nunca me habían dolido tanto las piernas... Bajar las escaleras del metro era un suplicio. Pero llegué al apartamento y me di el baño reparador post maratón. Como íbamos a estar varios días, nuestro plan era desayunar y cenar en el apartamento. Pero el día de la maratón, no perdono una comida-merienda-cena en un Steak House.




Al día siguiente, visita al Marathon Monday, alguna compra más, y fotos de recuerdo...




Y luego unos días de turismo... Visitas obligas a Lego Store y Nintendo World, edificios y museos emblemáticos, y algún entrenamiento por Nueva York, bueno, alguno no, fueron algunos, tres para ser más exactos. Lo que corrobora mi particular teoría de que cuando en una maratón petas vilmente en el kilómetro 30, a los pocos días ya estás en condiciones de entrenar. Me pasó en Bilbao, me pasó en Barcelona y en alguna más. En cambio, cuando aguantas los 42 km a un buen ritmo es mucho más lento recuperarse. Además, estando en Nueva York, cómo no iba a correr por Central Park. El miércoles hice una ruta por "caminos secundarios" en el parque, que resultaron estar plagados de escaleras... Ritmo cochinero y relajado...




Al día siguiente opté por la ruta oficial, por donde corre todo el mundo, asfaltada, sin escaleras y con muchos runners. Salió sorprendentemente bien, a 4:41



Y el mismo día que me iba, cogí el Metro hasta Brooklyn, y al igual que en San Francisco crucé corriendo el Golden Gate, no iba a volverme de Nueva York sin cruzar corriendo el puente de Brooklyn. La broma se alargó 19 kilómetros, por el puente y un paseo que hay al lado del río. Había leído que se podía llegar hasta el apartamento por esa ruta, pero que donde está el edificio de la ONU está cortado. Al final, tras varios intentos, no pude volver a la ruta tras dejarla, así que me fui hacia Central Park y acabé llegando sano y salvo, también sorprendido por el ritmo y la distancia:



El puente transitable por runners y ciclistas, y las vistas, dignas de parar a hacer unas fotos:







Y muy a mi pesar, el viernes, después de hacer esta curiosa ruta, vuelta a casa. Creo que nunca había tardado tanto en escribir una crónica de una maratón. No haber hecho buena marca, y conocerla tan bien, quizá son los culpables. Pero quiero dejar estas palabras escritas para no olvidar que, aunque sea la decimoquinta, todas las maratones se corren con la misma ilusión que la primera, con ganas de hacer algo distinto, superar un reto nuevo, disfrutar de lo que los 42 kilómetros te deparen, y esta vez no iba a ser menos.

Al volver a casa, ¡sorpresa!




Y luego, tocaba reordenar el medallero... ;)




Próxima estación: Boston. Si no hago ninguna trastada antes...........